Marina

La muchacha sonrió enigmáticamente.
-¿Te gustan los misterios?
Asentí. Creo que si me hubiese preguntado si me gustaba el arsénico, mi respuesta hubiera sido la misma.
-¿Tienes algo que hacer mañana?
Negué igualmente mudo. Si tenía algo, pensaría en una excusa. Como ladrón no valía ni un céntimo, pero como mentiroso debo confesar que siempre fui un artista.
-Entonces te espero aquí, a las nueve -dijo ella, perdiéndose en las sombras del jardín.
-¡Espera!
Mi grito la detuvo.
-No me has dicho cómo te llamas...
-Marina.

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