Soy orgullosa, y me callo muchas cosas que me gustaria decir. No me gustan las películas de risa fácil y no soporto las personas hipócritas. Me trago demasiadas palabras de las que escuecen y luego no puedo evitar esa explosión típica de los que solemos acumular todo aquello que no puede contenerse. Cojo cariño facilmente a las personas aunque ni lo diga, ni lo muestre demasiado. Tengo una forma especial de demostrar que me importa la gente. Amo los pequeños detalles de la vida. Soy muy perezosa e inestable, me da rabia que me hagan callar. Cambio de humor diez veces al día. Me podrás encontrar soñando despierta en mi habitación con mí música sonando y mi mente en otra parte. Me encanta salir de fiesta y llegar a casa con cara de loca, pero sobretodo lo que mas me gusta es que me digan que me quieren.
Avenida del Tibidabo, 32, Barcelona.
El tranvía ascendía casi a ritmo de paseo, acariciando la sombra de la arboleda y oteando sobre los muros y jardines de mansiones con alma de castillo que yo imaginaba pobladas de estatuas, fuentes, caballerizas y capillas secretas. Me asomé a un lado de la plataforma y distinguí la silueta de la torre de "El Frare Blanc" recortándose entre los árboles. Al acercarse a la esquina de Román Macaya, el tranvía disminuyó la marcha hasta detenerse casi por completo. El conductor hizo sonar su campanilla y el revisor me lanzó una mirada de censura. -Venga, listillo. Aligere, que el número treinta y dos lo tiene ahí. Me apeé y escuché el traqueteo del tranvía azul perderse en la bruma. La residencia de la familia Aldaya quedaba al cruzar la calle. Un portón de hierro forjado tramado de yedra y hojarasca la custodiaba. Recortada entre los barrotes se adivinaba una portezuela cerrada a cal y canto. Sobre las verjas, anudado en serpientes de hierro negro, se leía el número 32. Tra...
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