Me preocupa sólo palpitar.
Dicen que la adolescencia es una etapa de la vida que cualquier persona quiere dejar atrás. Se apresuran por crecer, por madurar. Ansían convertirse en adultos para que la sociedad les confiera esa credulidad de la que careces a los dieciocho. ¿Quién iba a tomarse enserio la mentalidad de un chaval cargado de hormonas? Y yo me pregunto, ¿por qué no? ¿Por qué ese empeño en infravalorar nuestras decisiones? Somos inestables, somos inexpertos pero, ¿qué tiene eso de malo? Disfrutamos cada día como si fuera el último, llevamos nuestras sensaciones al límite. Nos ilusionamos, nos decepcionamos y volvemos a confiar. Creamos un mundo nuevo con cada amigo que hacemos. Creemos en un futuro mágico que nos hará famosos cantantes o expertos escritores. Tenemos amores de un día, de seis meses o de dos años. ¿Y qué tiene eso de malo? ¿Acaso pecamos por soñar despiertos? O quizá es que este mundo está tan podrido que al final lo único que nos quede sea eso, "madurar", convertirnos en nuestr...