Si acaso ensuciarme el regazo para, si se va todo a la mierda, reirme entre los lamparones y que la humanidad entera mañana se muera y de igual.
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Mostrando entradas de octubre, 2010
Untimely
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Me dices que me parezco a los caracoles, me sobra techo, me muero en soles tras la espesura del chaparrón. Será que el camino bueno se ha vuelto malo, o que no quiero pegar ni un palo, que solo quiero escuchar tu voz. Que siempre llego a la deshora que me marca el corazón. Y que, cuando estamos a solas, molesta el caparazón.
Begin.
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Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido. —Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie —advirtió mi padre—. Ni a tu amigo Tomás. A nadie. —¿Ni siquiera a mamá? —inquirí yo, a media voz. Mi padre suspiró, amparado en aquella sonrisa triste que le perseguía como una sombra por la vida. —Claro que sí —respondió cabizbajo—. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo. Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Sólo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para resp...
Snow.
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-Hace mucho tiempo, un inventor vivía en esa mansión. Inventaba muchísimas cosas. Un día, creó a un hombre. Y le dio entrañas, un corazón, un cerebro. Todo. Bueno, casi todo. Verás, el inventor era ya muy viejo. Murió antes de poder acabar al ser que había creado. Así que el hombre se quedó solo. Inacabado, y completamente solo. -¿Y no tenía nombre? -¡Claro que tenía nombre! Se llamaba Edward. Antes de que él viniera, no nevaba nunca. En cambio después, sí nevó. Si él no siguiera vivo, ahora no estaría nevando... A veces aún bailo bajo la nieve.
Working in a dream.
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-Él tenía la... la extraña costumbre de desaparecer durante la noche el primero de cada mes. La primera vez que descubrí su lado de la cama vacío me asusté tanto que desperté a todos los vecinos para preguntarles si le habían visto. Después de unas cuantas quejas, y otros tantos insultos volví a casa, rendida de sueño. Le encontré bajando las escaleras de la azotea. Al principio se quedó tan desconcertado como yo, hasta que vió mis ojeras cargadas de cansancio y preocupación. Me sonrió con una ternura tal que casi me echo a llorar. Sin mediar palabra me rodeó con los brazos y entramos en casa. Ninguno de los dos volvió a mencionar el tema hasta dos meses después, el primer día del mes otra vez. Me desperté de súbito a las tres de la mañana, sola en la cama. Esta vez no fue necesario poner en pie a todo el vecindario. Me coloqué una manta por los hombros, encaré las escaleras y me aventuré al frío de la noche. >>La azotea de nuestro edificio ofrecía las mejores vistas de Nueva Yor...
Hitch.
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-¿Qué es lo que quieres, Hitch? -A ti. Por... por un montón de razones sin ningún sentido para mí. En fin, con todo lo que nos ha pasado en qué, ¿tres citas? Pero ahí está la locura. Es una looocura... lo sé... estoy seguro... lo sé, lo noto aquí, en esta zona... de eso estoy seguro. Quiero... quiero ser... desgraciado, pero pero pero que muy desgraciado... por que si eso es lo que hace falta para ser feliz entonces... Oye esto no ha salido bien... ¡Pero qué leches te pasa! -¡Nada! -No no no no, a ti no, a ti no, a mi... Haaablo conmigo mismo.