Miré de reojo a aquel hombrecillo que hubiera dado la vida por mí y que siempre tenía una palabra, o diez mil, con que solventar todos los dilemas y mi ocasional tendencia a la flojera existencial.
- Ojalá sea tan fácil como usted lo pinta, Fermín.
- Nada que valga la pena en esta vida es fácil, Daniel.

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