Memories.

Hace tiempo conocí a un hombre gracias a una amiga, a ella le gustaba y no paraba de hablar de él, así que un día me lo presentó. A partir de ese día su relación fue a peor, y la nuestra a mejor. Ya sabes como es la vida, pasan cosas, suceden otras... Y de la noche a la mañana me encontré sin amiga y enamorada, enamorada hasta los huesos. Los meses fueron pasando, los días se sucedían deprisa llenos de caricias y besos, de discusiones y enfados, de muchas reconciliaciones. Éramos una pareja difícil, los dos temíamos demasiado perdernos, y los celos nos atacaban por cualquier cosa. De lo que no nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde es que el mismo miedo a perdernos estaba haciendo eso mismo, alejarnos, hasta que él decidió alejarme del todo. Entonces el tiempo se hizo más extraño, rápido en ocasiones, demasiado lento la mayoría de las veces. Todo se volvió insoportablemente raro. Y el dolor... el dolor era indescriptible. Después de casi dos años las cosas empezaron a normalizarse, conocí a otra gente, frecuenté lugares diferentes. Una noche hablando con un amigo me habló de otro al que yo ya conocía de hace tiempo, pero con el que jamás había hablado. De poco sirvió mi resistencia a conocerle, ya que a las pocas semanas su mirada se convirtió en el centro del universo, de mi universo. Me atacaron mil temores y mil recuerdos de aquella persona que se había ido hace tanto tiempo, y me di cuenta que apenas conservaba momentos que habíamos pasado juntos, fue entonces cuando el temor más apabullante de todos me embargó los cinco sentidos. Desde entonces, cada vez que le veo a él, intento grabar ese momento a fuego debajo de mi piel. Sus gestos, sus sonrisas, sus cabreos, su manera de hablar... todo. Sería un terrible pecado olvidarse de alguien tan maravilloso, ¿no crees?

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